miércoles, 29 de abril de 2009

Bolonia fracasa en Europa

Nota introductoria del traductor:

Por su interés para situar en su debido contexto europeo el debate sobre los actuales procesos de reforma universitaria, vinculados directa o indirectamente al denominado Plan Bolonia, y las peticiones de moratoria que se elevan por doquier, hemos traducido este artículo publicado recientemente en Die Zeit. Expone un panorama de los efectos del “proceso Bolonia” en la universidad alemana. La implantación generalizada del Grado está mucho más adelantada en Alemania que en otros países europeos, como España, aunque no es aún completa, y, según nos cuentan las autoridades académicas y ministeriales, se estaría produciendo sin problemas y hasta constituiría uno de los modelos hacia los que hemos de mirar en nuestra búsqueda de convergencia con Europa. Recomendamos encarecidamente la lectura de este balance alemán publicado en este prestigioso medio, diez años después de la famosa Declaración inaugural del susodicho “proceso”.

El proceso de Bolonia

Los estudiantes en la fiebre de los créditos

Justus Bender

Die Zeit , 15-04-2009 Nr. 3 15 de abril 2009

http://www.diezeit.de/campus/2009/03/bachelor

En las Universidades hay muchas quejas por las nuevas carreras. Mientras tanto, incluso los políticos de educación opinan que hay que mejorarlas.

Escuela de monitos. Ésta es una expresión que a Alexandra Ivanova (20 años) le gusta emplear cuando habla de sus estudios de Bachelor [Grado]. Así los llama cuando, junto a 50 compañeros, se sienta delante de los ordenadores a hacer exámenes y teclea palabras aprendidas de memoria. O cuando se sienta, como si la hubieran atado, en el seminario de Japonología (Estudios japoneses) y tiene que escuchar diariamente ponencias balbuceantes de los compañeros, porque en los estudios de Grado [Bachelor] predomina la asistencia obligatoria. O cuando un docente suspende una presentación en grupo preparado durante mucho tiempo y ninguno de sus compañeros –«los monitos que asienten»- reclama. Alexandra Ivanova está furiosa. Con los estudios alemanes de Bachelor. Con los políticos, que no quieren oír las críticas. Y con los compañeros, que no protestan contra la situación.

Cuando se le pregunta a Ivanova qué va mal en sus estudios de Grado [Bachelorstudium], abre su mano izquierda y enumera los problemas con los dedos. El índice: estos son los los créditos que los estudiantes acumulan como los clientes de supermercado sus cupones de oferta. Si Ivanova quiere sumar créditos mediante un seminario determinado, primero tiene que mirar en el plan de estudios si puede hacerlo, ya que no le está permitido decidirlo a ella misma. Su dedo corazón: la presión de las notas – cada nota cuenta para la nota final, quien se quede descolgado en el primer semestre, seis meses más tarde ya no tendrá plaza para cursar los estudios de Master. Su dedo anular: la superficialidad del módulo, que causa una anorexia intelectual – “Aprendizaje-Bulimia” lo llama Ivanova, cuando ha memorizado cientos de hojas de apuntes para los exámenes y tan solo una semana más tarde los ha vuelto a olvidar. De este modo sigue hablando, dedo a dedo, a lo largo de una hora entera.

Conversaciones como ésta con Alexandra Ivanova se pueden mantener en toda Alemania. En todas las grandes universidades, los representantes de estudiantes critican la reforma; para junio están proyectadas manifestaciones en toda Alemania. En Gotinga un grupo de estudiantes airados interrumpen regularmente las lecciones con pancartas y altavoces. En los kioscos se encuentran periódicos con titulares como “El bluff del Grado” (TAZ), “El embalaje engañoso” (Süddeutsche Zeitung ), “Primero tragar, luego pensar” (FAZ) . En marzo, la ministra de educación Anette Schavan tuvo ya que encajar en el Bundestag preguntas incómodas de la oposición. Y en studivz.net , el grupo «Yo soy estudiante de Grado y me gusta hacer 37 exámenes en cinco días» cuenta ya con 8000 miembros.

Rabia y decepción. Tales sentimientos no son los que debería haber en los estudios de Bachelor, sino al contrario. Cuando los ministros de educación de Europa acordaron en 1999 la reforma, tenían las mejores intenciones: acabar con el caos de los estudios del pasado – con sus calificaciones a menudo arbitrarias, con las carreras absurdas y los estudiantes desorientados. En lugar de esto, todo iba a ir mejor. Los estudiantes serían más cosmopolitas – un semestre en el extranjero sería lo normal en todo currículum. Se pretendía proporcionar más prácticas a los estudiantes, para que los titulados se convirtiesen en jóvenes empleados cualificados en lugar de en becarios en prácticas de larga duración. Estaba planeada mejor atención al alumno. Mayor posibilidad de comparación. Más eficiencia. Menos abandono de los estudios. Era un gran sueño político, lleno de audaz esperanza. El plan del decenio para un mundo universitario mejor. Hoy, en el décimo año del bachelorismo realmente existente, ninguna de las promesas de 1999 ha sido cumplida.

Pasar un semestre en el extranjero debía ser más sencillo por medio de un sistema de créditos reconocido en toda Europa. En la realidad, muchas universidades no reconocen los créditos de otras, bajo el argumento de que las exigencias de rendimiento son demasiado diferentes. Además, muchas universidades han planificado sus planes de estudio de Grado [ Bachelor ] de manera tan rígida que no son posibles las estancias en el extranjero. Debido a ello, los estudiantes de Grado [ Bachelor ] van mucho menos al extranjero que otros: según el Sistema de Información de las Universidades ( HIS ) sólo un 15 por ciento de los mismos pasan un semestre en el extranjero. En los estudios de Licenciatura todavía vigentes, en la denominada Diplom [la Licenciatura de 4 años orientada a la formación de profesores de Enseñanza Media] son el 24 por ciento y en los de Magister [Licenciatura de 5 años, orientada a los estudios de Doctorado] incluso el 34.

La atención al alumno debía mejorar. En realidad, según el Observatorio de la calidad de los estudios de 2008 del HIS , los estudiantes de Grado [ Bachelor ] no se sienten mejor atendidos que los estudiantes de las antiguas carreras. Que los profesores estén disponibles de manera muy satisfactoria o satisfactoria, lo afirman sólo en torno al 58 por ciento de los estudiantes, con independencia de si son estudiantes de Bachelor o no.

Los estudios debían ser más exigentes. Se hicieron más exigentes sí, pero tanto que estudiantes como Clemens Lockner (21 años) ya en el primer semestre se plantearon abandonar sus estudios. « Seis exámenes en una semana, horarios semanales abarrotados, seminarios intensivos los sábados, todo esto es demasiado » , dice el estudiante de Empresariales de la Universidad de Lüneburg. En lugar de depurar los planes de estudio de asignaturas obsoletas, muchas universidades comprimieron el Diplom [Licenciatura de 4 años] de ocho semestres en seis y a lo que resultó lo llamaron Grado [ Bachelor ] . A los estudiantes les faltan hoy pequeños espacios libres para organizarse su propio curriculum ; tiempo para orientarse en la universidad y pedir ayuda cuando los conocimientos adquiridos en secundaria no alcanza para ello.

Debía haber menos estudiantes que abandonan sus estudios. Con la introducción del Grado [ Bachelor ] también ha aumentado el porcentaje de abandono en torno a un cuatro por ciento -como se dice en el actual informe de educación del gobierno-, debido a que los planes de estudios han llegado a estar muy embutidos. Ciertamente los expertos dudan del valor informativo de estos datos, porque especialidades con baja cuota de abandono (Derecho, Medicina) aún no han sido reformadas y desfiguran el promedio. Y en algunas Humanidades incluso han disminuido las cuotas de abandono. No obstante, en el ámbito de las especialidades técnicas, la situación ha empeorado claramente. « En ingeniería industrial y en electrotecnia en la Fachhochschule , el número de abandonos ha aumentado claramente, incluso por encima del 30 por ciento » , dice el experto del HIC Ulrich Heublein; « la causa de ello es inequívocamente la introducción del Grado [ Bachelor ] » .

Se prometieron mejores posibilidades laborales a los estudiantes de Grado [ Bachelor ], gracias a una mayor orientación práctica y a unos estudios más rápidos . De hecho, muchos titulados tienen ventajas: quien antes estaba obligado a un largo estudio de Licenciatura ( Diplom o Magister) , puede hoy, tras seis semestres, ingresar ya en el mercado de trabajo. Sin embargo, sólo un título de Máster tiene ahora el mismo valor que los títulos de Licenciatura [ Diplom o Magíster ] de antes. En una encuesta de la Universidad de Friburgo, de los 627 encuestados sólo la mitad dijeron que los titulados de Bachelor tenían las mismas posibilidades que los universitarios anteriores. Si todos los titulados después de su estudio de Grado [ Bachelor ] tuviesen la posibilidad de conseguir una plaza en el Máster, esto no sería un problema; sin embargo no la tienen. Las Universidades sólo admiten normalmente en los estudios de Máster a un tercio de los titulados de Grado [ Bachelor ] . Ahorran dinero mediante unos estudios más reducidos, pero muchos estudiantes encuentran injusta dicha restricción.

Quien contemple tales hechos tiene que considerar el Bachelor como un experimento fracasado en la historia de la universidad alemana. Hay también no obstante una perspectiva más positiva de las cosas. Los defensores de la reforma responden a cada uno de los cinco puntos críticos con un “de acuerdo” y un “sin embargo”.

De acuerdo, dicen, que muchos estudios de Bachelor no son apropiados para ir un semestre al extranjero. Sin embargo los estudiantes podrían ir al extranjero tras acabar los estudios. De acuerdo en que la atención al alumno no se ha mejorado, sin embargo tampoco ha empeorado. De acuerdo en que los titulados de Grado [Bachelor] tienen peores posibilidades laborales que los titulados de Licenciatura [Diplom], sin embargo la Licenciatura [el Diplom] se corresponde en rigor con el Máster, no con el Grado [Bachelor]. De acuerdo en que las cifras de abandonos han aumentado en las especialidades técnicas, sin embargo en las ciencias sociales han descendido. De acuerdo en que hay puntos problemáticos, sin embargo se arreglan con el tiempo; ninguna reforma es perfecta. «Esto tiene que equilibrarse», dice por ejemplo Andreas Pinkwart, y se ríe amistosamente. Así defienden los defensores del Grado/Bachelor su reforma. Y desde su punto de vista, sus argumentos son ciertos. Sin embargo, no desde la perspectiva de los estudiantes.

Es cierto, los estudiantes pueden ir al extranjero después del Grado/Bachelor, pero entonces no reciben un Crédito oficial para la financiación de los estudios (Bafög) en el extranjero, ni una beca Erasmus, y como no son estudiantes tienen problemas burocráticos en las universidades extranjeras. Seguro que la atención no ha empeorado, pero la promesa era de mejorarla. Naturalmente los titulados de Máster tienen a partir de ahora las mismas posibilidades laborales que los diplomados, pero no todos los estudiantes son admitidos en los estudios de Máster. Es cierto que las cuotas de abandonos han disminuido en muchas especialidades, pero esto no palia un aumento en otras. Puede ser que los problemas se resuelvan con el tiempo, pero quien estudia hoy no se beneficia de las soluciones que se darán tras la finalización de sus estudios. Necesita una solución en este semestre. «El perjuicio es para los estudiantes. No les quiero decir dentro de cinco años: vosotros habéis estudiado en una fase de la reforma completamente desafortunada y desgraciadamente estáis ahora menos cualificados», dice Bernhard Kempen, presidente de la Asociación de Universidades Alemanas (DHV), en cierta medida el sindicato de los profesores.

Cuando se trata del Grado/Bachelor a menudo se discute sobre fríos números y estadísticas, gráficos de colores deslumbrantes y porciones de tarta de papel XXX. En total hay 60.000 estudiantes de Grado/Bachelor, que se habrían ido al extranjero si hubiesen estudiado Licenciatura [Diplom o Magíster]. ¿Pero qué significa esto? Los problemas sólo se hacen comprensibles a través del caso individual, por ejemplo el caso de Ölçüm.

Gülseren Ölçüm, 24, es una estudiante de Estudios orientales de la FU de Berlín, que quería estudiar dos semestres en Londres. Normalmente esto no sería gran cosa, pero en el caso de Ölçum sí porque ella es estudiante de Grado/Bachelor, y ahí comienzan los problemas. ¿Un semestre en el extranjero? Algo así no está previsto en sus estudios de Estudios orientales, el riguroso plan de estudios no permite ausencias largas. Quien se ausenta un semestre, tiene que esperar después otro semestre hasta que el módulo que ha perdido esté de nuevo en el plan de estudios – como si se quisiera penalizar a los estudiantes de Filología oriental por su interés en países lejanos. Para Ölçum esto significaba: pasar el quinto semestre en Londres, no hacer nada en el sexto y recuperar sus módulos en el séptimo. «Puro despilfarro de tiempo», dice ella. Pero obstinadamente, hace su maleta y vuela hacia Londres. Nada mas llegar, comienza a defenderse.

Los e-mails van y vienen, entre Ölçüm en Londres y la Universidad de Berlín, la oficina de erasmus, la Asociación General de Estudiantes y su profesor. Al final, sin embargo, a Ölçüm sólo le han reconocido dos cursos de cuatro en Londres, lo que son 30 créditos perdidos, 900 horas, que Ölçüm también podría haber pasado en Hyde Park en lugar de en la mesa de trabajo y en el aula. «¡No hay reglas claras en absoluto para el reconcomiendo de créditos extranjeros! Me siento como un conejillo de indias de esta reforma». Problemas iniciales, se podría pensar; la promoción de Ölçüm es tan sólo la segunda promoción de Grado/Bachelor; los inflexibles planes de estudio son también un problema en otras partes. «La introducción de módulos ha llevado generalmente a que los planes de estudio son mas densos. Debido a ello, para muchos ya no existe la posibilidad de ir al extranjero», dice Erich Thies, Secretario General de la Conferencia de Ministros de Educación (KMK), cuyos Ministros de ciencia son los responsables de la implantación de los estudios de Bachelor.

La culpa es de quien quiere ir al extranjero en medio de los estudios, dice Jörg Dräger, gerente del “Think-Tank” Centro para el desarrollo de las universidades (CHE- Centrum für Hochschulentwicklung): «El semestre en el extranjero no corresponde a los estudios de Bachelor sino al tiempo después». Para estudiantes como Ölçüm, sin embargo, esta no es una opción; ella depende del Crédito oficial para la financiación de los estudios en el extranjero y de las becas Erasmus. «Sin esto no podría permitirme un año en el extranjero».

Peor que Ölçüm se encuentran todos aquellos que han abandonado completamente sus estudios a causa de los problemas del Bachelor. Clemens Lockner, primer semestre en Empresariales en la Universidad Luneburgo, piensa ya a veces en ello. Su problema son los densos planes de estudios, no le dan respiro. No puede pensar, ni relajarse, incluso tuvo que dejar su trabajo en una tienda de ropa. Ahora vive del subsidio familiar por hijos. Cuando se le pregunta a Lockner por contratiempos, se le ocurren muchos ejemplos. El examen de estadística que ha suspendido. El trabajo de fin de Grado que no fue aprobado por la profesora. La exposición que el profesor no encontró aceptable. La historia de Lockner es la de alguien que no está seguro si vale como universitario Nadie puede decir si en su caso los estudios de Grado/Bachelor son el culpable, porque ya no existen los antiguos estudios y Lockner sólo ha podido cursar estos. Pero cuando se le pregunta que piensa, responde lo siguiente: «No me veo superado por las materias sino por la falta de tiempo. Me falta tranquilidad para profundizar en un tema». Quiere encontrar su propio ritmo de aprendizaje e intentarlo el próximo semestre en otra universidad. Si esto no resulta, quiere abandonar definitivamente.

Las experiencias de Clemens Lockner han sido confirmadas por expertos en educación. «Debido a planes de estudio demasiado densos pueden aumentar los porcentajes de abandono, especialmente en las especialidades técnicas», dice la presidenta de la Conferencia de Rectores de las Universidades, Margret Wintermantel. Los representantes de estudiantes encuentran palabras más claras: «Los planes de estudio sobrecargados tienen que ser reducidos sin demora a una medida socialmente aceptable y en la que puedan ser estudiados», dice Sarina Schäfer, miembro de la dirección de la Organización Central de los Representantes de estudiantes. También Jörg Dräger insiste en «limpiar el currículum de asignaturas obsoletas».

No sólo son los estudiantes quienes critican los estudios de Bachelor, incluso los antiguos defensores de la reforma reconocen hoy errores: «Hay déficit en la aplicación de la reforma, tenemos que seguir desarrollándola» dice Jörg Dräger, quien defiende normalmente los estudios de Grado/Bachelor frente a todos los ataques. «En Alemania la reforma no ha superado con éxito su primera fase», admite incluso Terence Mitchell, promotor de Bolonia por encargo de la Comisión de la UE, que publicitó durante años por toda Europa esta reforma de la universidad. «Los objetivos de la reforma eran deseables, pero la puesta en práctica tiene que ser mejorada», confirma también Margret Wintermantel. Y Bernhard Kempen, presidente de DHV, dice simplemente: «Tal y como ha sido llevada a la práctica en Alemania, la reforma ha fracasado. Punto»

Todo esto suena realmente a consenso. Como si estuvieran todos de acuerdo en que los estudios de Grado/Bachelor tienen que ser mejorados. En que los objetivos de la reforma eran buenos pero hasta ahora no han sido alcanzados. Y en que la tan elogiada reforma de la universidad está ahora ella misma necesitada de reformas, antes ya del final del primer decenio. Pero cuando se les pregunta a los expertos en educación quién debe remediar las miserias, se abre una gran brecha: los políticos de educación a un lado y las universidades al otro. Las universidades dicen que los políticos tienen la culpa de que las normas para organizar las carreras sean demasiado estrictas, de que haya demasiado poco dinero, de que el Grado /Bachelor] sea un 15 por ciento más caro que la Licenciatura [tanto Magister o como Diplom]. Los políticos dicen que las universidades tienen la culpa por haberse comportado de un modo demasiado pasivo de cara a la solución de los problemas que se han presentado. Unos a otros se pasan el muerto, también en el campus: «Los estudiantes culpan de los problemas a los docentes; los docentes a su vez culpan a los estudiantes por no haber protestado lo suficiente», dice Alexandra Ivanova.

Si se pregunta: ¿Quién ha roto realmente las promesas del Grado [Bachelor]? ¿Quién no se fía de que Ivanova sepa aprovechar su libertad? ¿Quién hace que Lockner se vea superado con seis exámenes por semana? ¿Quién convalida sólo dos de los cursos que Ölçüm ha realizado en Londres? En el caso de Ivanova fue la Universidad de Frankfurt, que ha concebido sus estudios como si fuese un colegio. En el caso de Lockner fue la Universidad de Leuphana, cuyos planes de estudio son demasiado densos. Y en el caso de Ölçüm fueron los profesores, que no convalidaron los créditos extranjeros.

Fuente: Rebelión

lunes, 27 de abril de 2009

lunes, 20 de abril de 2009

Proceso Bolonia, menuda democracia universitaria...

Se lleva meses denunciando que la universidad tal y como la entendemos va a desaparecer. Se ha manipulado la información: a día de hoy estudiantes, profesores, P.A.S. y la sociedad en general continúa sin conocer el alcance real de esta reforma. ¿Acaso sabes qué va a pasar el año que viene con tus estudios? ¿Alguien se ha molestado en consultarte? Las consultas que se han realizado hasta ahora en Barcelona, Lleida o Girona han obtenido una respuesta clara a favor de la paralización (90%). ¿Por qué tienen tanto miedo a que expresemos nuestra opinión? Cada vez que intentamos sacar el debate a la calle nos responden con represión: detenciones y expedientes, brutales cargas policiales que nos recuerdan que tiempos pasados nunca fueron mejores.

Por encima de toda ideología, el motivo que nos une es la defensa de uno de los pilares básicos de cualquier sociedad desarrollada: una educación pública y de calidad que no se subordine a intereses mercantilistas y se convierta en una fábrica de trabajadores precarios. Nos estamos jugando qué modelo de sociedad queremos, y no es el regido únicamente por las leyes del mercado (el neoliberalismo salvaje que la crisis está demostrando que es insostenible).

Queremos participar en los procesos que nos afectan porque al final siempre pagamos los mismos: estudiantes y trabajadores, ignorados y maltratados por el poder político. Ven al congreso para que se escuche tu voz. Por la educación pública! Porque te tengan en cuenta! Represéntate a ti mismo! No a bolonia!

jueves, 2 de abril de 2009

¿De qué Plan Bolonia hablamos?

Que en estos últimos días el Ministerio de Ciencia e Innovación esté insertando en todos los periódicos una página entera de publicidad para cantar las excelencias del Proceso de Bolonia es ya síntoma de que algo no va bien.

Lo que está pasando aquí es que primero las autoridades deciden, luego proclaman la evidencia de lo decidido y finalmente buscan la argumentación ideológica para justificar lo que previamente han decidido que hay que hacer. Pero el procedimiento, no por conocido, es menos perverso.

Viene esto a cuento de la respuesta a la última pregunta del catecismo ministerial: no hay que promover ningún referéndum al respecto porque el Proceso de Bolonia ha sido aprobado por las Cortes con amplio consenso. La argumentación en esto es circular y es perversa.

Es circular, porque ya en la respuesta a la primera pregunta que se hace a sí mismo, como si se la hiciera a los estudiantes, el catecismo ministerial da por supuesta la bondad del Proceso: promover la movilidad de estudiantes y profesores y lograr una universidad europea de calidad. Nadie conoce a nadie en la universidad que haya objetado tan buenos propósitos.

Y me imagino que, planteada así la cosa, tampoco había motivos para objetar en las Cortes. Movilidad y calidad: estupendo. Por consiguiente, Fulano Presidente, que se decía por estos pagos no hace mucho. Y por consiguiente tampoco en este caso hará falta referéndum sobre algo acerca de lo cual parece existir un acuerdo universal.

Pero además de circular, el argumento ministerial es perverso, porque son ya muchos los presuntos implicados, o sea, los estudiantes universitarios, que dicen que la mejor manera de resolver el conflicto es precisamente el referéndum. Y no sólo lo dicen sino que, encima, en los casos en que tal referéndum se hace, lo están ganando por abrumadora mayoría.

Se ha aducido al respecto que son pocos los estudiantes que votan. Y es verdad. Lo que no se dice, pero es igual de verdad, es que los estudiantes universitarios que han votado a las autoridades que ahora les niegan el referéndum son aún menos. Se puede estar en contra de que haya que resolver el actual conflicto universitario por la vía del referéndum aduciendo razones prácticas o de oportunidad, pero siempre a condición de dar voz a los críticos que, con razón, no se sienten represen tados en los actuales órganos de gobierno de la Universidad. Eso no es romper las reglas del juego democrático. Es mejorarlas.

Lo peor que puede pasar ahora es que las autoridades se enroquen en su castillo considerando que los críticos, estudiantes y profesores, están desinformados o simplemente tienen ganas de armar lío. Pues esto genera la conocida espiral que lleva directamente al callejón sin salida. Es lo que se está viendo ya en la Universidad Pompeu Fabra, donde las autoridades han hecho entrar cuatro veces a la fuerza pública en dos semanas para desalojar a los protestantes, que, me consta, son en su mayoría personas adultas, informadas, dialogantes y con un sentido del humor que otros quisieran para sí.

Otro pésimo síntoma de este enrocarse es que, ante la brutal intervención de la policía en la universidad de Barcelona y en las calles el día 18, las autoridades académicas (y con ellas los dirigentes políticos) parecen estar dando más crédito a las acusaciones de los responsables de la violencia , que a las quejas de los representantes de las asambleas estudiantiles, de los estudiantes agredidos y de los profesores que hemos sido testigos directos de esta brutalidad.

Me temo que hay al menos cuatro cosas que las autoridades universitarias no quieren ver:
La defensa que están haciendo de la autonomía de las universidades resulta poco creíble cuando, por una parte, se refuerza de hecho el vínculo mercantil de dependencia respecto de las empresas (sin discutir pormenorizadamente la relación) y, por otra, se solicita de la autoridad política la presencia en los campus de las fuerzas del orden para cortar de raíz toda manifestación crítica. Eso va contra una ley no escrita pero consuetudinaria. Y sólo puede traer malestar. No se puede empezar diciendo que el Proceso de Bolonia tiene que hacerse a coste cero y luego gastar el dinero que se está gastando en publicidad. Un cambio estructural y metodológico, que implica más y mejor formación pedagógica del profesorado y más dedicación, no puede hacerse sin coste. Esto lo saben estudiantes, profesores y personal de la administración.

Cuando se inició el Proceso de Bolonia, hace diez años, vivíamos en plena euforia neoliberal. Ahora vivimos en plena crisis económica. La palabra competición, tan querida de los ideólogos del neoliberalismo, ha dejado de tener el efluvio adormecedor que tuvo. Ignorar que hemos entrado en una fase histórica distinta, con tasas de desempleo abrumadoras, y que esto está teniendo ya efectos en las expectativas de los estudiantes universitarios es de una irresponsabilidad manifiesta.

Decir a los estudiantes que, como consecuencia del Proceso de Bolonia, las universidades van a diseñar diferentes vías para compaginar estudio y trabajo es, en las actuales circunstancias, como decir misa. El porcentaje de estudiantes universitarios que tiene que compaginar ya estudio y trabajo no ha hecho más que crecer en los últimos años. Y con completa independencia del Proceso de Bolonia. La articulación del Proceso no hace más que agudizar un problema ya existente. Y la mayoría de los estudiantes de las universidades en que el Proceso está en marcha no ven flexibilidad por ninguna parte. Lo viven como un agobio. Y buena parte del profesorado, también.

Francisco Fernández Buey, Catedrático de Filosofía Política en la Universidad Pompeu Fabra

Fuente: Kaos en la Red

El proceso Bolonia y el derecho a la protesta: algunos apuntes sobre la forma y el fondo

La severa represión policial desatada tras el desalojo de un grupo de estudiantes encerrados en el Rectorado de la Universidad de Barcelona (UB) ha generado condenas de diverso tipo. Entre los críticos de la actuación policial no han faltado, incluso, los que aseguran compartir los objetivos de la reforma universitaria en curso. En este último caso, sin embargo, el rechazo de los excesos policiales ha venido acompañado de aclaraciones del siguiente tenor: “Había que desalojar, pero no así. Los encerrados eran una minoría que hacía un uso ilegítimo del espacio público; entre ellos había muchos que ni siquiera eran estudiantes y existía un riesgo cierto de que aumentara la violencia”.

A medida que han ido pasando los días, esta supuesta separación entre forma y fondo, este “sí, pero no así”, ha ido ganando espacio en los medios de comunicación y en un cierto “sentido común”. Sin embargo, estas afirmaciones no pueden aceptarse sin más. Porque lo que subyace en ellas no es sólo una determinada concepción del papel de las fuerzas policiales. Es también una idea del derecho a la protesta y a la crítica y, en definitiva, de la propia democracia.

Comenzando por el final, está el tema de la violencia. En el comunicado emitido por el Rectorado se asegura que los estudiantes traspasaron ciertas “líneas rojas” que justificaban el desalojo. El propio Rector de la UB, Dídac Ramírez, se encargó de señalar cuáles habían sido: en la Facultad de Geografía e Historia, “un alumno fue agredido por otro”, “la vicerrectora no pudo impartir docencia”, y durante el fin de semana, “algunos manifestantes se mostraron agresivos con el personal del edificio histórico”. No parece fácil determinar que estos hechos genéricos, aun admitiendo que puedan ser reprobables, puedan equipararse sin más a actos de violencia. Mucho más discutible es que pueden atribuirse a todos o a la mayoría de los estudiantes movilizados, incluidos los que estaban encerrados en el Rectorado. ¿Hubo algún tipo de intervención en relación con los referidos hechos de Geografía e Historia?¿Es razonable justificar el desalojo de un espacio público por los hechos aislados producidos en otro? ¿Qué es exactamente lo que hacía temer “una escalada” en el uso de la violencia?

No es la primera vez, en realidad, que la apelación genérica al “peligro de la violencia” se convierte en antesala de una intervención coactiva o represiva. Así ocurrió, de hecho, en la Universidad Pompeu Fabra y en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde, con un argumento similar, se aplicaron sanciones individuales de dudosa legalidad y se practicaron desalojos. Sin embargo, y más allá de algunas conductas aisladas, las razones de fondo parecen estar en otro sitio.

En el caso de la UB, no es menor el hecho de que días antes, la mayoría del claustro hubiera votado seguir adelante con la instauración del Espacio Europeo de Educación Superior. En el fondo, era esta decisión “mayoritaria” e inapelable la que justificaba el desalojo de una “minoría” que llevaba meses encerrada y que incluía a personas que “ni siquiera eran estudiantes”. Desplazado a este plano, el argumento adquiere otra fuerza, pero resulta igualmente contestable. En primer lugar, porque el futuro de la universidad pública no es una cuestión que concierna sólo a los actuales miembros de la comunidad universitaria. Es un asunto público, sobre el que todos pueden pronunciarse. Si el Círculo de Empresarios o la Organización Mundial del Comercio emiten comunicados y declaraciones sobre el papel que debería tener la educación universitaria ¿por qué no pueden hacerlo los activistas de movimientos sociales o los ciudadanos corrientes?

Tampoco es de recibo la manera en que se presenta el argumento de la “minoría”. Ante todo, porque en la medida en que la participación generada en torno a “Bolonia” no ha sido la que una reforma de esta envergadura exigiría, es difícil saber quién lo apoya y quién no. Las críticas no son una simple ocurrencia de un puñado de personas iluminadas o de ignorantes. Investigadores ilustres, profesores e incluso rectores de toda Europa han coincidido con los estudiantes movilizados en que, en un contexto de falta de financiación adecuada y de precarización laboral, muchos de los objetivos perseguidos por la reforma, encomiables en abstracto, corren el riesgo de convertirse en instrumentos de mercantilización y burocratización de la universidad. Quien sea profesor universitario, de hecho, sabe que entre sus colegas son más bien pocos los que tienen una opinión entusiasta sobre el proceso de reforma en curso. Los pocos referenda celebrados para conocer la opinión estudiantil, como los de Lleida, Girona o Barcelona, registraron un rechazo casi unánime a la política de “hechos consumados” hoy en marcha. Es cierto que la participación estudiantil fue baja en términos absolutos (en torno al 15 y al 20%), pero fue mucho mayor, por ejemplo, que la que tiene lugar cuando se eligen rectores.

Igualmente, es injusto presentar los “encierros” como hechos protagonizados por unas pocas decenas de irreductibles. En realidad, cientos de personas, incluidos profesores y otros miembros de la comunidad universitaria han pasado por ellos a lo largo de estos meses. Es más, con frecuencia han sido escenario de debates y centros de información más fértiles que los predispuestos por las propias instituciones.

Otra cosa diferente, naturalmente, es su justificación como mecanismos de protesta. Para buena parte de los responsables institucionales, los encierros serían una vía inaceptable de expresión de participación, ya que la Universidad tiene sus propios canales formales y porque comportarían un uso ilegítimo del espacio público. Ante una situación como la actual, sin embargo, lo primero que debería plantearse es si los canales formales han dado a los estudiantes, que serán los principales destinatarios de la reforma, información y voz suficientes para poder expresar su opinión. A la luz de lo ocurrido, todo parece indicar lo contrario. No cabe duda, por ejemplo, de que las posiciones favorables a la actual reforma han contado con muchos más canales institucionales que las posiciones críticas. En los medios institucionales, por ejemplo, la información a disposición de unos y otros ha sido totalmente asimétrica. Y lo mismo ha ocurrido en otros espacios. Basta ver, como ejemplo, la propaganda oficial a favor de “Bolonia” difundida por el gobierno, un día sí y otro también, en periódicos y otros medios de difusión estatal.

Nada parecido puede decirse de las posiciones más críticas. Los estudiantes movilizados han presentado, como se ha indicado ya, numerosas objeciones sustantivas a lo que el “Bolonia” supone para ellos. Sin embargo, una de las principales tiene que ver con el procedimiento: reclaman una “moratoria”, precisamente, para poder discutir más y mejor, antes de que sea demasiado tarde. Es en este contexto, precisamente, donde deberían situarse acciones como las de los encierros. En efecto, cuando los canales formales resultan insuficientes o se limitan a actuar con la lógica de los hechos consumados, ¿qué alternativas quedan? ¿por qué no ver en los “encierros” una de las pocas formas de protesta al alcance de un sector de la comunidad universitaria que no ha sido escuchado o consultado de manera adecuada?

En declaraciones a Onda Cero, el secretario general de la UB celebraba que, tras el desalojo policial, el edificio histórico del Rectorado volviera a recuperar su “sentido público” previo, cuando “ciudadanos y turistas que querían contemplar el edificio o pasear por los jardines podían hacerlo sin problemas”. No se acierta, sin embargo, a entrever cuál es la idea de sentido público que subyace a esta afirmación ¿Pueden la contemplación estética o la atracción turística colocarse en el mismo plano que el propósito de debatir en torno al futuro mismo de la educación pública? No parece ser esta la opinión del Rector, que con buenas razones permitió que los estudiantes permanecieran en el edificio durante varios meses.

La crítica de la inadmisible represión policial de esta semana y la crítica al llamado “proceso de Bolonia” son, ciertamente, dos cosas diferentes. Se entiende que haya quienes pretendan repudiar lo primero apoyando lo segundo. Sin embargo, lo ocurrido no tiene que ver sólo con una cuestión policial. En un sistema que se precie de democrático, el derecho a la crítica es el primero de los derechos, sobre todo cuando la protesta proviene de quienes no han tenido oportunidad de voz en los procesos formales de participación. Que se trate o no de una minoría, no es argumento suficiente para descalificarlos. Después de todo, nada impide que las minorías de un determinado momento puedan defender intereses generalizables, susceptibles de convertirse en mayoritarios, o que las mayorías coyunturales sean portavoces de privilegios, viejos o nuevos, que sólo benefician a una minoría. Que esto sea así, depende de muchos factores. La información disponible y la calidad y amplitud del debate público son algunos de los más importantes. De aquí que el lugar que se les otorgue sea un reflejo, también, de la idea de democracia que se profesa.

Gerardo Pisarello es un constitucionalista argentino radicado en Barcelona. Es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Barcelona y forma parte del grupo de colaboradores habituales de SINPERMISO.